viernes, 29 de mayo de 2020


Diálogo con Dentista (Como siempre digo, yo no me privo de nada. ¡Ni en cuarentena!)

El martes 26 de mayo llamo a la clínica donde siempre voy – bueno, de vez en cuando voy – para ver si hay algún dentista atendiendo. ¡Sorpresa! Después de explicar mi emergencia, me pasan con MI dentista. (Parece que ser del grupo de edad de  riesgo no le impide ejercer su profesión)
A los diez minutos de nuestra conversación telefónica (durante la cual, por supuesto, me retó por ‘haber demorado en consultar, como de costumbre’) entro en el consultorio.

D: “¡Aaapa! ¡Qué carucha! Supongo que no la pasaste bien estos últimos días, ¿no?”
Yo: “Muy gracioso”.
D: “Sacate esa porquería que no se te entiende nada”. (¡Pero y LPM! ¿El dentista también se la agarra con mi tapaboca?)
Yo: (Me saco el elemento insultado) “Dije ‘muy gracioso’. ¿Mirá si te digo que te saqués todo eso que tenés puesto?  Parecés más un astronauta que un dentista”.
D: (Se ríe) “Y… hay que cuidarse. Y parece que el tapaboca no tiene nada que ver con tus dificultades de habla. Es la inflamación que tenés ahí”. (Señala mi maxilar inferior). A ver, cerrá la boca y abrí”.
Yo: “Ponete de acuerdo. O cierro la boca o la abro, che”.
D: “Jaaaaa. Ni el dolor frena tu humor, ¿no? Abrí grande”. (Con mucho cuidado coloca y manipula el famoso ‘espejito’). “Ummm … ajá… ummm”. (Este rasgo de muchos dentistas, doctores, ecografistas, etc.,  de utilizar onomatopeyas y no palabras es irritante).
Yo: (Tan pronto como retira el espejito) “¿Y qué significa ‘ummm, ajá, y ummm’?”.
D: (Ignora mi pregunta) “Uno, ¿desde cuándo tenés eso ahí? Y dos, ¿qué te automedicaste y obviamente no te dio resultado?”.
Yo: “Uno, desde el viernes pasado”. (Bueno, tal vez fue desde el jueves. ¿Pero para qué echar leña al fuego, no?).  “Y dos, antiinflamatorio cada 8 horas por tres días”. (No digo que no me animé a agregarle un antibiótico porque no me pude acordar cuál me había dado la última vez para algo como esto). Y antes de que pueda retarme, agrego: “Y ayer fue feriado, ¿no?” (O sea, no me vengás con que no consulté a tiempo porque se me ocurrió no más)
D: “¿Solo antiinflamatorio? No te acordaste del nombre del antibiótico, ¿no? Ja ja”. (Evidentemente me conoce hace demasiado tiempo).
Yo: (Vamos a hacerla corta) “La verdad que no”.
D: “Por supuesto hay que agregar antibiótico”. Me da dos cajitas de antibiótico y entonces me doy cuenta por qué no podía recordarlo – era negación. Nombre horrible y tamaño de supositorio más o menos.
Yo: “¡Ay, no!”
D: “Bueno, podés tomar esto o seguir como estás”. (Esa es una táctica que yo misma he usado con mis hijos… ¡y acabo de descubrir que da resultado con adultos también!)
Yo: “OK”.
D: “Te debe tener loca el dolor para dar el OK tan rápido. Ja ja”.
Yo: (Me dirijo a la puerta) “Aprovechá no más a gastarme. Ya voy a volver cuando esté al 100%”.
D: “¡A cuántos les habrás dicho lo mismo! Jaaaaaaaaaaaa. Y acordate del dicho de Buda: ‘El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional’”.
Yo: (Tratando de salvar un poco de dignidad, recurro a táctica de Mi Otro Yo). “No sé si fue Buda quien lo dijo. Lo voy a chequear”.

Me voy pensando que tiene toda la razón, pero también me prometo volver cuando esto se me pase, solo para poder gastarlo por el ‘atavío’ cuarentenal.

martes, 19 de mayo de 2020


Diálogo con un Salame Negador. (Aunque también podría ser un Sin Neurona – la sigla es la misma. ¿Coincidencia?)

Llego a la avenida y me paro en seco. Gente por todos lados y la mayoría sin barbijo. Por un momento pienso que tal vez se levantó la cuarentena y no me enteré.
Una vez fuera de la forrajería _ O le compro comida al gato, o me hace un piquete _ tomo distancia social detrás de quien está esperando para ser atendido. Gira y descubro que no tiene barbijo.

SN: “¡Lindo día! ¿No?”
Asiento y me muevo dos pasos hacia atrás. Pero el muy bolú se me acerca.
SN: “Le decía que está lindo hoy”. (¿Pensará que soy sorda?)
Yo: “Te oí la primera vez. No necesitás acercarte”.
SN: “No me diga que es de los que le tiene miedo a andar sin la mordaza”. (¡A vos te vendría bien una mordaza, que te tiró! Ya me calenté. La estupidez siempre me produce ese efecto).
Yo: “En realidad le tengo miedo a los que andan sin tapaboca porque pueden contagiarme, y a que yo pueda contagiar a alguien si no me lo pongo”. (A ver si entendés que tenés que guardar distancia).
SN: “Ja Ja. ¡Si estaría enferma no andaría caminando! (Corrijo mentalmente: ¡‘Estuviera o estuviese’! pedazo de ….). Además acá no hay casos hace un mes. Para mí esto es todo un verso”. (¡Ay! ¡Me tocó el candidato al  premio mayor a salame negador! Calmate, Adriana, calmate)
Yo: “Sea verso o no, hay que ser muy idiota para arriesgarse, ¿no?” (Me sonrío para no ser tan agresiva y recuerdo que no me puede ver de los anteojos para abajo, así que agrego un ‘Ja Ja’ medio a destiempo y ahogado por el tapaboca).
SN: “A mí que no vengan a obligarme a ‘cuidarme’. Sé cuidarme solito.” (¿Seguro, querido? ¡Me parece que no!)
Yo: “Bueno, ¿pero y qué hay de los demás? Si no tenés síntomas y andás sin tapabocas, le jodés la vida a otros  porque los contagiás”. (Segunda vez que te menciono esto. Pero me parece que ni la proverbial gotita horada la piedra de tu cerebro).
SN: “Yo no estornudo ni toso. ¿Qué voy a contagiar?” (Yo a éste le saco una foto. Si aparecen casos de gente que anduvo por acá, ya tengo candidato a ‘paciente cero’).

En ese momento la empleada llama al siguiente y el SN se acerca a la puerta. La chica le dice que no puede ingresar sin barbijo. Protesta un poco, gira para retirase y me mira.
Yo: “Yo que vos, me pongo tapaboca la próxima vez. Aunque sea para que puedas comprar lo que necesitás”. (Menos mal que no puede ver mi sonrisa – esta vez es de satisfacción)

Camino a casa repaso citas que pudieran resumir el pensamiento y manera de hablar del SN. Y me acuerdo de una que viene al pelo. “Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis”.  _ Michel de Montaigne

sábado, 9 de mayo de 2020


Diálogo con Mi Otro Yo

Me preparo para salir de casa a hacer unas compras. La ‘preparación’ consta de varios pasos. A saber: 1-  pasar jabón seco en los vidrios de los anteojos (por fuera y por dentro). 2- Limpiar con trapo – también seco (todo esto para que no se empañen al respirar con el barbijo – o  como quieran llamarlo – puesto). 3- colocar los anteojos. 4- colocar el mencionado elemento de tortura cuarentenal. Nunca invertir pasos 3 y 4 porque al quitárselo, los elásticos del mismo pueden engancharse en las patillas de los anteojos – consecuencia en mi caso: de 9 a 13 lucas para reponer los lentes y al menos una semana de ceguera total.
Estiro la mano para abrir la puerta cuando…

MOY: “¡Che! ¡Ni maquillarte te lleva tanto tiempo! Y eso que no sos muy hábil para eso que digamos”.
Yo: “¡Lo que me faltaba! ¿Cada vez que vaya a salir vas a aparecer?”
MOY: “Pero si solo aparecí antes de dos salidas – al kiosco y a la carnicería. ¡Apoteóticas, fueron!”
Yo: “Bueno, ya apareciste. Ahora desaparecé”.
MOY: “¿Vas a salir así?”
Yo: “¿Otra vez lo mismo? Te estás repitiendo. Ya sabés que tengo que salir con tapaboca. ¡Y ni se te ocurra empezar con las burlas sobre el adminículo!”
MOY: “¡Adminículo! ¡Me encanta! ¿Tan al dope estás que ‘googliás’ palabras que nadie usa?”
Yo: “¡Vos no la usarás, porque_” (Como siempre, interrumpe).
MOY: Te preguntaba si ibas a salir así porque tu melena parece nido de loro. Antes de la cuarentena, por lo menos te mirabas al espejo para ver si te habías pasado el peine – porque no se puede decir que ‘te peinás’ – cuando te levantabas”.
Me acero al espejo y, efectivamente, el cepillo ya no puede con mi pelo. Me lo acomodo como puedo y enfilo hacia la puerta nuevamente.
MOY: “Eeeeee…”
Yo: “¡¿Ahora qué?!”
MOY: “Tenés los cordones de la zapatilla derecha sueltos. Digo, capaz te conviene atarlos, ¿no?”
Yo: (Mientras me ato los cordones pienso: ¡Y la PM! Si sigo así, ¡no salgo más!) “¡Listo! Ahora lo último que me falta es que me dejés en paz. Si no, no salgo”.
MOY: “¿Qué pasó con lo de ‘no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy’? Tu dicho favorito”.
Yo: “Te pregunto lo mismo. ¿Por qué dejar para mañana … eeee… lo que sea que hagas cuando no me estás rompiendo las … eee… la paciencia?”
MOY: “Ya que estamos con dichos o refranes, ‘a otro perro con ese hueso’. Por supuesto tengo cosas importantes para hacer, pero tengo la obligación moral de cuidarte. Ahora podés salir más o menos presentable – más menos que más, pero bueno…” (¡Pero qué HDP!)
Yo: “¿Querés guerra de dichos? Acá va uno a modo de advertencia: ‘en boca cerrada no entran moscas’”.
MOY: “ Bueno, viendo que la cuarentena te ha vuelto más iracunda que cuando corregías exámenes, y sabiendo que ‘más vale prevenir que curar’, me voy a retirar. Después de todo, ‘hacer el bien a quien no quiere, no se puede’”.
Y desaparece, como siempre, quedándose con la última palabra.