martes, 6 de octubre de 2015

Diálogo con ecografista (Y, sí, tenía que ir antes que se me venciera la orden del traumatólogo) que estaba … eh … en un mal día.

Escucho mi nombre y entro en el consultorio donde un muchacho de unos treinta y tantos está leyendo la orden para el estudio.

Yo: “Buen día.”
E: (Sin levantar la vista de la orden médica) “Buen día, Adriana. Dejá tus cosas en la silla. (Calculo que el tuteo viene del hecho que no me miró todavía) Y sacate todo de la cintura para arriba menos el corpiño.” (Bueno, bueno)
Yo: “Disculpame, pero que yo recuerde de lo que estudié en la secundaria, de la cintura para arriba tengo el torso. Y yo vengo por la cadera.” (Mientras hablo levanta la vista y se le cae la mandíbula un poco.)
E: (Después de haber mirado la orden nuevamente y poniéndose colorado) “¡Mil perdones! Eh… yo… Fue un error… eh…”
Yo: (Como su incoherencia e incomodidad van en aumento, decido cortar la cosa) “No hay problemas. La verdad, no sé cómo ves algo en esta penumbra. Y si tuviese 20 años menos, podría sospechar que fue a propósito, pero ahora sólo se me ocurre que necesitás más luz o anteojos, ja ja.”
E: (Se ríe y se distiende un poco) “Bueno, entonces va a ser de la cintura para abajo. Subí a la camilla (el tuteo no se va, parece) y girá hacia la pared, dándome la espalda.” (¿Este muchacho tiene algún problemita?)
Yo: “Eh… mirá que la orden dice cadera, pero lo que quiere ver el médico es este ‘huevo’ que tengo acá.” (Y señalo la parte delantera de mi cadera derecha. Y vuelve a mirar la orden)
E: (Con brillo en la frente que interpreto como transpiración) “¡Debe pensar que es mi primer paciente! Pero el problema es que es la número 36 del día de hoy. No es excusa, por supuesto. Ya ni sé lo que leo. Encima hoy cuando venía para acá temprano me chocaron.” (Mientras habla me coloca el gel en la zona a ‘explorar’) ¡Un estúpido me agarró en la bocacalle cuando yo ya estaba pasando!” (Me parece que la bronca se traslada al brazo y en vez de pasar el aparatito, lo está apretando, así que me muevo un poco) “Quedate quietita.” (¡Yo me quedo ‘quietita’ si vos dejás de asesinarme el ‘huevo’!)  
Yo: “Lo que pasa es que siento la presión.” (¡Y agradecé que no agrego ningún otro epíteto!)
E: “¡Uy! Disculpame. Bueno, esto no es nada grave.” (Menos mal, ¡pero en cualquier momento salgo con el ‘huevo’ perforado!). Y luego procede a darme el mismo diagnóstico que el traumatólogo.
Yo: “¡Qué macana! Y yo que le hinché los quinotos al traumatólogo para que me haga la ecografía.”
E: (Riéndose) “Bueno, pero ahora te podés quedar tranquila. Eso sí, no dejés que te corten. Estas cosas vuelven a aparecer. Y mientras no te duela…”
Yo. (Repitiendo lo que le dije al traumatólogo) “Sí, claro, pero eso de andar por la vida con una huevo en la cadera ….”
E: “Pero si apenas se nota – a pesar que es uno de los más grandes que he visto – 6cm por 6cm.”
Yo: “Bueno, ¡por lo menos es parejito!”
E: (Vuelve a reírse y me dice cuándo buscar los resultados) “Que tengas muy buen día. La verdad, me cambiaste el humor. Gracias.”
Yo: “Por nada. Y que tengas buen … resto de día.”

Salgo y bajo por las escaleras pensando en lo que me voy a tener que bancar del traumatólogo cuando le lleve el estudio. Pero, como dijo Sir Francis Bacon, “si comienza uno con certezas, terminará con dudas; más si se acepta empezar con dudas, llegará a terminar con certezas.” ¡Aunque para esto haya que hacerse una ecografía y cambiarle el humor al ecografista!