Diálogo con Vecina (la de la quinta)
Después de cortar, podar y limpiar, me siento
(más para descansar que para otra cosa) en el césped y me pongo a sacar yuyitos
de un cantero. Ahí estoy, disfrutando la sombra cuando desde las rejas escucho:
V: “¡Hola! Esta vez se quedó anoche.” (Se ve
que registró las luces prendidas en la cochera y el patio)
Sin muchas ganas me levanto y me acerco al
portón. (No se va a ir, y no estoy para hablar a los gritos)
Yo: “¿Cómo le va? Sí, me quedé para poder
regar hasta tarde y_”
V: “Me imaginé. Además ahora parece una
quinta. El pasto estaba alto.” (¿Cuándo va a aprender la palabra ‘césped’??)
Yo: “Quedó bien ahora.”
V: “Yo pensé que iba a venir más seguido ahora
que está jubilada.” (¿¿Cómo carajo se enteró?? Pero no pienso confirmarte la
noticia.)
Yo: “Su jazmín del cielo está hermoso.”
V. “Y, sí, yo lo cuido.” (O sea: ‘no como vos
que abandonás las pobres plantitas’.) “Se ve que la jubilación ya la hizo
engordar.” (Y no contenta con este comentario, señala mi abdomen – como para
que no queden dudas que no inventa sino que se nota)
Yo. (Automáticamente escondo la panza – lo que
dura hasta que necesito el diafragma para hablar) “¿Le parece? Lo que pasa es
que ésto (señalo mi pecho) no me deja ver la panza. Ja Ja.” (Y omito decir: ‘Vos
te la verás porque sos más chata que tabla de planchar’.)
Por supuesto, no se inmuta.
V: “Siempre me pregunté por qué usa malla de
dos piezas. Acá no se usa mucho, ¿vió?” (¡No! ¡Ésta sí que le da toda una nueva
dimensión a la palabra ‘impertinente’!)
Yo: “Siempre usé dos piezas. Y mis vacaciones
casi siempre fueron en Brasil y ahí sí se usa – independientemente de la edad o
el físico.” (¿Por qué le contesto y no la mando a la M…..?)
V: “¡Ah! Claro. Yo usé hasta hace un tiempo.
Pero con la edad …..”
Yo: “Claro. Si a ud. le molesta…. La verdad,
con no pasar frente al espejo eso se soluciona. Ja. Ja. Bueno, voy a seguir con
el cantero…”
V: “¿No
limpió la pileta todavía, no? Porque no escuché la hidrolavadora.” (O vuelvo al
cantero o le tiro con algo)
Yo: “No. ¿Y
ud.?”
V. “No. Vio
que a mí me la limpia el Chicho. (Eso suena feo) El de acá al fondo… ( y viendo
que por supuesto no sé de quién habla, sigue:) ¡Pero lo tiene que conocer! El
casado con…. (y acá vienen 5 minutos de detalles físicos, psicológicos,
familiares y geográficos para que yo ubique quién es ‘el Chicho’. Yo ya no
escucho sino que me dedico a pensar cómo cortar esto)
Yo: “¡Ah! ¡Sí! Ya sé. Bueno, voy a seguir porque en cualquier momento me da el sol en el cantero y no voy a poder terminar. ¡Que siga bien! Y nos estamos viendo.” (Y giro para volver al ‘trabajo’)
Yo: “¡Ah! ¡Sí! Ya sé. Bueno, voy a seguir porque en cualquier momento me da el sol en el cantero y no voy a poder terminar. ¡Que siga bien! Y nos estamos viendo.” (Y giro para volver al ‘trabajo’)
V: “Bueno, la
próxima le cuento las novedades del barrio.” (Levanta la voz porque yo ya estoy
a buena distancia y la saludo con la mano – aún de espaldas – no sea cuestión
que piense que voy a volver a la reja para que me ‘informe’)
Me siento
nuevamente en el césped y continúo mi ataque a los yuyos. Viene a mi mente un
dicho y me entretengo cambiándole algunas palabras: definitivamente la vecina ‘ve
la grasa en el abdomen ajeno y no la celulitis
en el propio’