domingo, 12 de julio de 2015

Diálogo con Mi Otro Yo (¡Y yo con capacidades disminuidas!)

Estoy en cama, rogando que hagan efecto los antibióticos cuando ….

MOY: “¡OOOOOOOle!”
Yo: “¿Eh? ¿Qué pasa?”
MOY: “Nada. Solo que vi un chorro de algo amarillo que venía hacia mí y lo esquivé. Le agrego un poquito de azul y ya tenemos el verde, che. Yo que vos me sueno la nariz. ¡Menos mal que no resido en tus pulmones!”
Yo: (Soltando sílabas entre soplada y soplada) “Zos -una- azque- doza.”
MOY: “Jaaaa. ¡Sonás como el Guille de Mafalda! Y asquerosa sos vos que infectaste mi casa. Y a ver si tirás un poco de oxígeno para acá arriba porque hace casi dos semanas que no entra mucho, viste.”
Yo: (Carraspeando) “No voy a hablar con vos.”
MOY: “¡Pero dale! ¿Sabés el diálogo surrealista podemos tener? Yo, brillante y vos … eh…. llena de fármacos.”
Yo: “Dejame en paz. Vuelo de fiebre ¡y encima te tengo que aguantar!”
MOY: “No, no. YO te quería hacer el aguante, pero bueno, si se te traba la lengua, ves estrellitas y encendés y apagás luces psicodélicas que bailan acá arriba …. Vos seguí tratando de sobrevivir, que yo acá estoy como en la quinta: en bikini y vaso de cervecita en la mano después de darme un chapuzón en la pile.”
Yo: “Brr ¡Es invierno, tarada! Brr” (¡No puedo estar teniendo esta conversación!)
MOY: “Para vos – que estás temblando tanto que me sacudís. Acá arriba 38.5 C y subiendo.” (Debo estar delirando, seguro)
MOY: “Delirante siempre fuiste, así que no le eches la culpa a la enfermedad. Y ya sé qué te afectó tanto como para caer de esta manera.”
Yo: “¿Umm?”
MOY: “Hace dos semanas trabajaste. ¿Había necesidad, digo yo? Está bien que se te activó el cerebro un poco, pero….”
Yo: (Sonándome la nariz nuevamente) “¿Podéz- idte-a la -miegda?”
MOY: “¿Ves? Hasta perdiste el manejo del idioma. Excremento, querrás decir.”
Yo: “Me voy a dormir ahora. Voy a cerrar los ojos y vas a desaparecer. Me voy a dormir ahora.” (Repito esto como un mantra)
MOY: “Como quieras. Ahora vamos a dejar de charlar.” (¿Quién ‘charla’ con vos, HDP?) “Pero siempre están los sueños para aparecerme……”
Me dan escalofríos – no sé si por la fiebre o por imaginar un sueño donde MOY  ‘se toma una cervecita, en bikini, después de darse un chapuzón en la pile’…..


No puedo decirles cómo terminó la cosa porque el mantra funcionó y me dormí.

miércoles, 1 de julio de 2015

Diálogo con taxista (y van….)

Tomo un taxi después de un largo sábado de curso para docentes. Me dejo caer en el asiento, saludo y le doy mi dirección al taxista.

T: “¿Trabajando un sábado?”
Yo: “Sí. Como Ud.”
T: “¿Profesora, no?” (Un Sherlock Holmes el hombre - salgo de una universidad, con carpetas y laptop y cara de necesitar energía) “¿Puede creer que este es mi tercer día de volver a manejar después de unas vacaciones?”
Yo: “Qué bueno. El descanso es siempre bienvenido aunque sea corto.” (Por enésima vez: ¿por qué no me callo la boca?????)
T: “¿Corto? No, no. Me pasé casi un mes en España. Mi hijo vive allá.”
Aquí sobrevienen 5 minutos donde me cuenta los lugares que visitó, los mares donde se bañó, los platos típicos y vinos que probó, etc. etc. ¡Ya me da apetito, sed, y ganas de tener un Jacuzzi en casa!
Yo: “¡Ah! ¡Qué lindo!” (¿Qué quieren que diga? Hasta sueno entusiasta, miren)
T: (Saludando con la mano y amplia sonrisa a un automovilista que nos deja sordos del bocinazo y una sarta de epítetos dirigidos a su persona) “¡Qué loca que está la gente acá, ¿eh?! Qué desorden el tránsito y todo. Este país no cambia más.”
Yo: (No sé si de bronca patriótica o envidia) “NUESTRO país.”
T: “Jaaaaa. Sí, tiene razón. Es como cuando un hijo se manda alguna cagada – siempre es hijo del otro, jaja.” (Buena comparación, che)
Yo: “Le va a costar un tiempito adaptarse de vuelta.”
T: “Seeee. Ya me estoy estresando.” (Bué, que dejás para los que estuvimos acá el mes que vos te la pasaste de joda?) “Manejar acá es de locos.”
Aquí siguen otros 5 minutos donde me cuenta con lujo de detalles lo fácil, práctico, cómodo – y no sé cuántas cosas más – es manejar en España y Portugal. Qué amable la gente… bla bla bla)
Yo: (Tratando de no dar a mis palabras entonación que lo incite a continuar la historia) “Mire Ud.” (En este punto el taxista cruza un semáforo en anaranjado casi rojo) “¡Mire si pasa un semáforo así en España, ¿eh?!” (A ver si te das por aludido y no arriesgás mi humanidad ni la tuya)
T: (Aparentemente sin captar el mensaje pragmático de mis palabras) “¡No! Allá te meten en cana no más. Allá no se jode. Por eso son tan ordenados para manejar y respetan cuanta señal hay.”
Yo: “Bueno, por cómo pasó el semáforo me parece que ya se está adaptando.” (A ver si ahora captás la idea)
T: “Jaaaaaaaaaa. Es cierto. Y, vió, ‘cuando estás en Roma….’” (¡Encima usa una traducción casi literal de un dicho en inglés en vez de ‘donde fueres haz lo que vieres’!)
Yo: (Ya falta poco, Adriana, aguantá un cachito) “A lo mejor todos los argentinos tendríamos que viajar al exterior y después practicar acá lo que tanto nos gusta de allá, ¿no?”
T: “Naaa. ¿Cómo vas a circular por la derecha si tenés que andar esquivando los pozos? ¿Y frenar porque el semáforo se pone en amarillo? Jaaaaaa. Te llevan puesto porque nadie guarda distancia.” (Bueno, en lo de los pozos tiene razón)
Yo: (Viendo la esquina de casa) “Allá en la esquina.”
T: “¿Derecha o izquierda?”
Yo: “Vamos a suponer que estamos en España, jaja.  A la derecha.”


Pago, saludo y me bajo. Mientras cruzo la calle pienso en la frase atribuida a Hipólito Taine: “Viajamos para cambiar no de lugar, sino de ideas.”  No todos, Taine, no todos.