Cuarta
entrega de la saga “Todo bicho que camina….”
Diálogo
con Enfermero el cuarto día de internación.
Me
salto los dos días de terapia (el primero porque no recuerdo mucho y el segundo
porque me acuerdo de todo…) y el primer día en la pieza (porque hay que
establecer vínculos antes de tener charlas que merezcan ser contadas, ¿vio?)
Se
escucha el carrito de las enfermeras en el pasillo, se abre la puerta y entra
el enfermero que ya tengo ‘el gusto’ de conocer.
E: “¡Buenas
noches!” (Le pone onda a la cosa con amplia sonrisa porque sabe que a ninguna
de las dos pacientes nos caen simpáticas lo que trae para nosotras).
Yo: “¡Ay!
¡Llegó el niño manos de tijera!” (Le digo así porque trae tres jeringas entre
los dedos de la mano derecha).
E: Se ríe.
“Y como el niño manos de tijera, soy puro corazón pero la gente no me comprende.”
Yo: “Tenés
parte de razón. La parte que dejas afuera es que con esas ‘tijeritas’ (señalo
la mano derecha) causás dolor.”
E: “Pero
es para una buena causa. Ja ja. A ver… ¿Qué brazo te pincho hoy?”.
Yo: “Mandale
al deltoides medio lateral del derecho.”.
E: Se
queda con la boca abierta. “Eeee sabe de anatomía, ¿no?”.
Yo: “Para
nada. Me pasé googleando para ver cómo se llama el músculo que me estás
destruyendo y, por lo que me dijiste ayer, me vas a seguir destruyendo hasta
que me vaya.”
E: “Se
larga una carajada. ¡No te puedo creer!” (Entonación de ‘¡lo que es estar al
dope!’).
Yo: “¿Y
qué querés que haga estando así?” No termino de hablar que ya siento el
pinchazo.
“Ésta
fue a traición, che.”.
E: “El
anticoagulante se pone generalmente en la panza, pero en su caso…”.
Yo: “Y
sí. ¿Me habrá dejado el cirujano algún lugar sin costura por ahí?”.
E: “Mejor
no averiguar. Ja ja”. Y procede a colocar el contenido de la segunda jeringa en
la cánula que va al suero. “Bien. Ahora dame un dedito.”.
Yo: Levanto
el dedo mayor en casi, casi la señal de F… you. “Ahí tenés.”
E: “Ya
entendí, ya entendí. Se sonríe, toma el dedo y procede a pinchar.”
Yo: “Decime,
¿por qué me pinchás los dedos 3 veces al día?”.
E: “Porque
la glucosa se mide antes del desayuno, almuerzo y cena.”
Yo: “¿¡Me
estás cargando!? ¡Hace cuatro días, más el día anterior a la cirugía que no
como nada. Ni agua me autorizaron a tomar todavía!”.
E: “No,no.
Lo que quiero decir que es en esos horarios.”
Yo: “¡Ah!
¿Y cómo vengo?”.
E: “Re-bien
la verdad. Acordate que a eso de las 12 te despierto que te nebulices.”
Yo: “Eso
de la nebulización a esa hora vamos a tener que charlarlo.” Pongo cara de ‘¡no
sabés lo que necesito descansar!’.
E: “Lo
va a tener que charlar con el doctor que la ordena a esa hora. Ja ja.” (¡Me jodió
lindo!)
Yo: “Bueno.
Mañana le digo cuando pase.”.
E:
Junta todo y gira el carrito para irse. “Suerte con eso. Hasta más tarde.”
Espero
que cierre la puerta y murmuro entre dientes: “ Mirá nene, si ya ‘negocié’ con
el Doc lo de los puchos y la cerveza, ¡no creas que no voy a poder con un horario
de nebulización!”