Diálogo
con Joven Meditador
Llego
a la costanera este bastante cansada y decido bajar una suave
pendiente hasta la arena para sentarme y
descansar.
Veo un
joven (recordar que a mi edad, ‘joven’ puede ser cualquier persona entre los 20
y los 40). Aparentemente está meditando
– posición de loto y con dedos pulgar e inicial formando un círculo perfecto.
Estoy por sentarme cerca cuando veo dos pelotas – de cuero por cómo se mueven –
que ruedan lenta pero ininterrumpidamente hacia el agua.
Yo: “Disculpame,
¿esas son tus pelotas?” (Bueno, si hubiese dicho ‘¿esas pelotas son tuyas?’
hubiese sonado peor).
Como
no parece registrar mi voz, me calzo bien el barbijo y levanto el volumen.
“¡DISCULPAME!
¿ESAS PELOTAS SON TUYAS?”. Y, para acompañar lo verbal con lo gestual dando
contexto a la pregunta, señalo hacia la
orilla de lo que queda de la laguna Setúbal.
Abre
los ojos, da un salto y corre tras los balones. Los alcanza muy cerca del agua.
Me doy vuelta y miro la pendiente que ahora tengo que subir. No tiene más de 25
grados, pero mis músculos envían mensajes a mi cerebro diciendo que por lo
menos es de 60 grados.
JM: “¡Sra!
¡Espere!”. Giro y casi le agradezco por
darme una excusa para no encarar ‘la trepada’.
JM: “Gracias
por mirarme las pelotas”. (Bueno, bueno. Menos mal que él también incluye
lenguaje gestual señalando las pelotas
que trae en las manos). “Son de cuero. ¡Si se me mojan se me arruinan!”
Yo: “Me
pareció que eran de cuero. Hablando de otra cosa, te envidio la capacidad de
meditar que tenés”. (Hay que alargar la charla para descansar otro poquito).
JM: “No,
no. Estaba durmiendo. Por eso nunca pude meditar. Cierro los ojos y me duermo”.
(¡Ah, bueeeeno!)
Yo: “Si
yo me duermo en esa posición, termino despertándome cuando caigo sobre la
arena! Ja ja. Bueno, tengo que seguir”. (Digo esto tanto para el JM como para
mis músculos. El primero me contesta, los segundos me ignoran)
JM: “¿Cansada,
no?” (Perspicaz el muchacho) “Pero todo está en la mente, Sra. Si se visualiza
caminando sin cansarse, eso es lo que va a hacer”.
Yo: “Bueno,
eso voy a hacer. A ver qué resultado da. Y ya que estamos, vos deberías probar
a ‘visualizarte’ meditando sin dormirte – a ver cómo te va”.
Me rio
y lo saludo con la mano. Veo que junta las cejas como cuando mis alumnos hacían
un esfuerzo de concentración. No sé si le va a dar resultado. Seguro que a mí no,
porque desde la cintura a las puntas de los pies cada músculo y tendón, vaso
sanguíneo y cualquier otra cosa de mi anatomía están protestando.