Diálogo
con Vecina (de la quinta)
Después
de 1 hora tratando de abrir la tapa del prefiltro de la bomba de la pile, tengo
que reconocer que no tengo fuerza suficiente y que no me va a quedar otra que
recurrir a la vecina.
Llego
hasta el portón y veo que está tomando mate con su hijo mayor. No necesito
golpear las manos porque sale disparada
a mi encuentro, dejando al pobre hijo con la mano extendida para alcanzarle el
mate.
V:
“¡Hola! ¡Qué milagro que se haya cruzado!” (Milagro no, che, circunstancias
apremiantes me obligaron). “Mire que no tengo sandías hoy, ja já”. (Me hace
sentir mal que tenga razón. Ni en dope me cruzaría más que para conseguir sandías).
Yo: “Ja,
já. No busco sandías. Estoy necesitando un hombre”. (En el momento que las
palabras terminan de salir de mi boca, me arrepiento de haberlas dicho).
Queda
muda por una fracción de segundo y sus
ojos se abren como platos, pero se recupera más rápido de lo que yo puedo
pensar en qué carancho decir para aclarar la cosa.
V: “¡Y
quién no! Ja já”. (Se ríe, pero veo que mira nerviosamente hacia la galería
donde su marido se ha sentado junto a su hijo para matear).
Yo: “No,
no”. (La negación es otra elección errónea ya que no hace más que afirmar que
entendí lo que ella entendió por ‘estoy necesitando un hombre’. ¡QLP! Así que
me apuro a explicar) “Es que me parece que cerré la tapa del prefiltro de la
pile con demasiada fuerza y ahora no la puedo abrir”. (Pienso en agregar que es
para abrirla que necesito la fuerza de un hombre, pero creo que se cae de
maduro, ¿no?)
V: “¡Ah!”
(Entonación de decepción. ¡Y claro! La charla se tornó mucho menos jugosa desde
su punto de vista). “Bueno. Ya le digo al Beto”. Y procede a dejarme sorda gritándole
al hijo para que se acerque. “Acá la Sra. ‘necesita un hombre’. (Como de
costumbre, su ‘ encomillado’ es una obra maestra de carga de significado).
Le explico
a Beto lo que necesito y parte hacia mi portón sin decir palabra pero meneando
la cabeza ante el comentario de la madre.
Yo:
(Giro para seguir a Beto). “Gracias. Seguro él la puede abrir”.
V: “Seguro.
Pero contrólelo porque es bruto como el padre. No vaya a ser que se la rompa”.
(¿Nunca
una opinión positiva sobre nadie esta mujer? ¡No se salvan ni el marido ni el
hijo!)
Sé que
no tengo que agregar nada, pero como ya estoy yéndome…
Yo: “Mucha
risa con lo de que ‘necesito un hombre’, ¡pero me mandó su hijo y no su marido!
Ja já”.
Parto
rauda hacia mi casa. Esto lo voy a pagar caro, pero ¡cómo disfruté quedarme con
la última palabra!